traducción y notas - Michel Sauval

Me ocurre, así, que me esfuerzo, por ver si en alguna parte no se mostraría una
... les ruego que se remitan a él: verán en él algunas cosas que les probarán que
no es de .... hacia aquel que, ahí, representa al gran Otro, como para solicitar, de
alguna ... haciéndolo remitirse a ese movimiento de *rotación*[15] de la cabeza.

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Jacques Lacan Seminario 10
1962-1963 LA ANGUSTIA (Versión Crítica)
3 28 de NOVIEMBRE de 1962[1], [2] *[3] en el pizarrón [pic]
fig. 1
[pic]
fig. 2
Observarán que siempre estoy contento por engancharme con alguna
actualidad en nuestro diálogo. Sobre todo, no hay otra cosa que lo que es
actual. Es precisamente por eso que es tan difícil vivir en el mundo,
digamos, de la reflexión: es que, en verdad, en él no pasa gran cosa. Me
ocurre, así, que me esfuerzo, por ver si en alguna parte no se mostraría
una puntita de signo de interrogación. Soy raramente recompensado. Es por
eso que ocurre que se me formulen preguntas, y serias. Y bien, no me
reprocharán que me aproveche de ello. Continúo, entonces, mi diálogo con la persona a quien ya aludí dos
veces en los precedentes seminarios, a propósito de la manera en que la vez
pasada puntualicé la diferencia que hay entre la concepción de la
articulación hegeliana del deseo y la mía.[4] Se me apremia... se me
apremia para que diga más sobre todo lo que textualmente se designa como
una superación a cumplir en mi propio discurso, una articulación más
precisa entre el estadio del espejo y, como se expresa el Informe de
Roma,[5] entre la imagen especular y el significante. Agreguemos que parece
que ahí queda algún hiato, no sin que mi interlocutor se percate de que,
quizá, aquí, el empleo del término hiato, corte o escisión, no sea otra
cosa que la respuesta esperada. Sin embargo, bajo esta forma, ella podría
parecer, lo que en efecto sería: una elusión o una elisión,[6] y es por
esto que, con mucho gusto, trataré hoy de responderle. Y esto tanto más
cuanto que ahí nos encontramos estrictamente en el camino de lo que tengo
que describirles este año en lo que concierne a la angustia: la angustia,
es lo que va a permitirnos volver a pasar, digo volver a pasar, por la
articulación así requerida de mi parte. Digo "volver a pasar", porque los
que me han seguido durante estos últimos años - e incluso, sin forzosamente
haber sido aquí absolutamente asiduos, los que han leído lo que yo escribo
- de ahora en adelante tienen más que algunos elementos para llenar, para
hacer funcionar ese corte, ese hiato, como van a verlo en las pocas
evocaciones con que voy a comenzar.
En verdad, no creo que haya, en lo que siempre he enseñado, dos
tiempos: un tiempo que estaría centrado en el estadio del espejo, en algo
puntualizado del lado de lo imaginario, y luego, a continuación, con ese
momento de nuestra historia cuya referencia es el Informe de Roma, el
descubrimiento del significante, que habría hecho de golpe. En un texto
que, creo, ya no es de muy fácil acceso, pero, en fin, que se encuentra...
en todas las buenas bibliotecas psiquiátricas, un texto aparecido en
L´Evolution Psychiatrique que se llama Palabras sobre la causalidad
psíquica[7] - discurso que hace que nos remontemos, si recuerdo bien, hasta
justo después de la guerra, en 1946 - los que se interesan en la cuestión
que se me ha planteado así, les ruego que se remitan a él: verán en él
algunas cosas que les probarán que no es de ahora que, ese entrejuego de
esos dos registros, ha sido, por mí, íntimamente trenzado. En verdad, si ese discurso fue seguido por un silencio bastante
prolongado, digamos, ustedes no tienen que sorprenderse demasiado por ello:
hubo que recorrer algún camino, después, para abrir a ese discurso cierto
número de orejas, y no crean que en el momento en que - si eso les
interesa, vuelvan a leer esas Palabras sobre la causalidad psíquica - en el
momento en que las sostuve, a esas palabras, las orejas para escucharlo
fueran tan fáciles.
En verdad, puesto que fue en Bonneval que esas palabras fueron
sostenidas, y que una cita más reciente en Bonneval pudo, para algunos,
poner de manifiesto el camino recorrido,[8] sepan bien que las reacciones a
esas primeras Palabras fueron bastante asombrosas. El púdico término de
ambivalencia, del que nos servimos en el medio analítico, caracteriza mejor
que ningún otro las reacciones que registré a esas Palabras, e incluso -
puesto que, se me va a buscar respecto a ese asunto - que no encuentro
absolutamente inútil señalar que en un momento - en el que cierto número de
ustedes ya estaban lo bastante formados como para acordarse de eso - que en
un momento que era de post-guerra y de no sé qué movimiento de renovación
que podía esperarse de él - y cuando se me lleva a esa época no puedo dejar
de recordar de pronto lo siguiente, en fin - que aquéllos que ciertamente
no eran, individualmente, los menos dispuestos a escuchar un discurso que
era entonces muy nuevo - que eran personas situadas en cierto lugar, en
fin, que políticamente se llama la izquierda, e incluso la extrema
izquierda, en fin, los comunistas, para llamarlos por su nombre - dieron
prueba muy especialmente, en esa ocasión, de esa especie de cosa... de
reacción, de modo, de estilo, que me es preciso poner bien de manifiesto
por medio de un término que es de uso corriente...
aunque habría... habría que detenerse un instante antes de avanzar su
empleo: es un término muy injusto con respecto a los que lo invocan en
el origen, pero es un término que terminó por tomar un sentido que no
es ambiguo - quizá tendremos, luego, que volver a él - yo lo empleo
aquí en el sentido cortés
...es el término de fariseísmo. Diré que en esa ocasión, en ese vasito de agua que es nuestro medio
psiquiátrico, el fariseísmo comunista cumplió verdaderamente, a pleno, la
función de aquello a lo que lo hemos visto dedicarse para, al menos,
nuestra generación actual, aquí, en Francia, a saber: para asegurar la
permanencia de esa suma de hábitos, buenos o malos, donde cierto orden
establecido encuentra su confort y su seguridad. En resumen, no puedo dejar
de testimoniar que fue a sus muy especiales reservas que debo el haber
comprendido, en ese momento, que mi discurso demoraría todavía mucho tiempo
en hacerse escuchar. De ahí el silencio en cuestión, y la aplicación que
puse en consagrarme a, solamente, hacerlo penetrar en el medio al que su
experiencia volvía más apto para escucharlo, a saber, el medio analítico.
Les ahorro las aventuras que siguieron.
Pero si esto puede hacer que ustedes vuelvan a leer las Palabras sobre
la causalidad psíquica, verán, sobre todo después de lo que les habré dicho
hoy, que, ya desde entonces, existía la trama en la cual se inscribe cada
una de las dos perspectivas que mi interlocutor distingue, no sin razón.
Esas dos perspectivas, están aquí puntualizadas por esas dos líneas
[puntilladas][9] coloreadas, la vertical en azul, la horizontal en rojo,
que el signo [i] de lo imaginario y [s] de lo simbólico designan aquí
respectivamente. Hay muchas maneras de recordarles que la articulación del sujeto con
el pequeño otro y la articulación del sujeto con el gran Otro *no viven
separadas*[10] en lo que les demuestro. Habría más de una manera de
recordárselos. Voy a recordárselos en un cierto número de momentos que ya
han sido esclarecidos, puntualizados como esenciales en mi discurso. Les
hago observar que lo que ustedes ven ahí, en mi pizarrón, en las otras
líneas dibujadas - van a ver situar los elementos que están en juego - no
es otra cosa que un esquema, ya publicado en las observaciones que creí
deber hacer sobre el informe en Royaumont de Daniel Lagache[11], y este
dibujo, en el que se articula algo que tiene la más estrecha relación con
nuestro asunto {sujet}, es decir la función de dependencia de lo que -
retomándolo, este informe de Daniel Lagache, pero también de un discurso
anterior que yo había hecho aquí, *desde el*[12] segundo año de mi
seminario[13] - que yo llamaba respectivamente el yo-ideal y el ideal del
yo. Sí, recordemos entonces cómo la relación especular se encuentra
insertada, resulta entonces que toma su lugar, resulta que depende del
hecho de que el sujeto se constituye en el lugar del Otro. Se constituye
*por su marca en la relación*[14] con el significante. Ya, nada más que en
la pequeña imagen ejemplar de donde parte la demostración del estadio del
espejo, en ese momento que se dice jubilatorio donde el niño se asume como
totalidad que funciona como tal, en su imagen especular, ¿acaso no es desde
siempre que he recordado la relación esencial en ese momento, de ese
movimiento que hace que el niñito, que viene a captarse en esa experiencia
inaugural del reconocimiento en el espejo, se vuelve hacia quien lo lleva,
quien lo soporta, quien lo sostiene, quien está ahí detrás de él, hacia el
adulto...
que se vuelve en un movimiento verdaderamente tan frecuente, yo diría,
constante, que todos, pienso, pueden tener el recuerdo de ese
movimiento
...y se vuelve hacia aquel que lo lleva, hacia el adulto, hacia aquel que,
ahí, representa al gran Otro, como para solicitar, de alguna manera, su
asentimiento, hacia lo que, en ese momento, el niño...
de quien nos esforzamos por asumir el contenido de su experiencia, de
quien reconstruimos en el estadio del espejo cuál es el sentido de ese
momento, haciéndolo remitirse a ese movimiento de *rotación*[15] de la
cabeza
...que se da vuelta y que vuelve hacia la imagen, parece demandarle que
ratifique: el valor de esta imagen. Desde luego, esto que les recuerdo no
es ahí más que un indicio, habida cu